Nunca supe de donde me viene tanta admiración por la
llovizna. Recuerdo de chico cuando
comenzaba a llover, tomaba una campera, iba al patio y me sentaba en el pizo,
me tapaba con la campera y sentía la lluvia, era como música, me relajaba, me hacía
sentir.
En mi adolescencia trataba de salir a caminar bajo la lluvia,
si dejaba de llover me enojaba. Ahora ya que me cuesta mucho salir a caminar
abro las cortinas de casa y veo la lluvia caer reflejándose en las luces de la
calle.
Tanto es así que infinidad de veces le pido a Dios que cuando
que tenga que partir sea un día de lluvia
otoñal. A veces pienso que hubiese sido lindo vivir en un lugar donde llueva
mucho, por ejemplo Irlanda, y pensar que
hay gente que la deprime la lluvia, para mi es todo lo contrario, me relaja, me
ayuda a encontrarme con mi interior.
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